El verano pasado, emprendí lo que se convirtió en la aventura de navegación de mi vida a través de los impresionantes parques nacionales de Croacia.Copiar HTMLCopiar texto
Después de semanas investigando embarcaciones, finalmente me decidí por el yate Lupus Mare, una elección de la que nunca me arrepentiría mientras navegábamos por las joyas del Adriático: Kornati, Mljet y Brijuni.
Kornati: Donde el tiempo se detiene
«¡Cuidado con la profundidad aquí!», gritó el capitán mientras nos deslizábamos entre dos islas de piedra caliza. El canal se estrechaba y contuve la respiración. De repente, mar abierto, una bahía oculta y ni un alma a la vista. Así es Kornati.
Recuerdo haberme zambullido desde la popa en aguas tan cristalinas que podía contar las estrellas de mar a diez metros de profundidad. Más tarde, subimos a pie una colina árida, con romero silvestre crujiendo bajo nuestros pies y liberando su aroma bajo el calor de la tarde. En la cima, las islas se extendían hasta el horizonte como piezas de un rompecabezas esparcidas por el mar.
Esa noche, nuestro capitán nos llevó a una casa de piedra escondida en una cala, sin acceso por carretera, solo mesas de madera desgastadas con vistas al agua. El dueño, un viejo pescador, nos sirvió lo que había capturado esa misma mañana.
El dentón a la parrilla, rociado con aceite de oliva de los árboles que podíamos ver desde nuestra mesa, sigue siendo la mejor comida que he probado. La hija de pescador nos sirvió vino local y compartió historias de su infancia en este paraíso remoto, donde el barco del correo solo llega una vez por semana cuando el clima lo permite.
Mljet: La obra maestra de la naturaleza
Después de tres días inolvidables en Kornati, navegamos hacia el sureste rumbo a Mljet. El cambio en el paisaje fue impresionante: de la desolación hermosa de Kornati a los exuberantes bosques de pinos de Mljet, que caen directamente hasta la orilla del mar.
Anclamos en el puerto de Polače, donde los muelles de piedra construidos por los romanos aún protegen a los barcos de las tormentas. El aroma a pino se mezclaba con la brisa salina mientras caminábamos hacia Veliko Jezero, uno de los dos lagos salados que hacen de Mljet un lugar único.
«Este es el baño más cálido de Croacia», prometió el capitán mientras alquilábamos kayaks para remar hasta un monasterio del siglo XII en una diminuta isla dentro del lago. Y no exageraba: el agua se sentía como un baño tibio en comparación con el mar abierto.
Esa noche, mientras caía la oscuridad, nos sentamos en cubierta, sorbiendo rakija (licor local de frutas) mientras un búho ululaba desde el bosque milenario. La Vía Láctea se reflejaba perfectamente en las aguas quietas a nuestro alrededor. No me extraña que los lugareños digan que hasta Ulises quedó atrapado aquí durante siete años.
Brijuni: Donde la historia cobra vida
Nuestro último destino fue Brijuni, y sinceramente, no estaba preparado para su fascinante combinación de naturaleza e historia. Atracamos en la isla principal sin saber por dónde empezar: las ruinas de una villa romana, las huellas de dinosaurios fosilizadas en la piedra caliza o el extraño safari park que aún alberga los descendientes de los animales exóticos que le regalaron a Tito hace décadas.
Terminé jugando la partida de golf más inusual de mi vida en un campo de 1922, con pavos reales pavoneándose por las calles y las ruinas de una fortaleza bizantina visibles desde el hoyo 7. Mientras tanto, mi esposa fotografiaba cebras pastando contra un fondo de pinos mediterráneos, una imagen que todavía desconcierta a nuestros amigos cuando les mostramos las fotos del viaje.
El día terminó con un lujo inesperado: nuestro capitán organizó una cata de vinos privada en lo que una vez fue la bodega personal de Tito. El sumiller descorchó botellas de los mejores viñedos de Istria, mientras nos contaba escandalosas historias de las celebridades que visitaron la isla en su época dorada como retiro presidencial.
El final del viaje
Mientras navegábamos de regreso a Split al final del viaje, ya me encontraba planeando mi regreso. Estos tres parques, cada uno con su carácter único, me habían mostrado una Croacia que pocos visitantes llegan a conocer: un lugar de soledad, belleza natural y una conexión auténtica con el mar y la tierra.
Si buscas algo más que unas vacaciones de lujo predecibles, considera navegar por los parques nacionales de Croacia. Sí, encontrarás paisajes impresionantes y aguas cristalinas, pero el verdadero tesoro es más difícil de capturar en una foto: es la sensación de descubrir lugares aún salvajes y historias aún auténticas en un mundo cada vez más empaquetado.
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